Conocida en nuestros huertos como la cuca cebollera (Gryllotalpa gryllotalpa), recibe otros nombres como el alacrán cebollero o grillo topo. Quizás éste último, hace más honor a la morfología del insecto.
Pertenece a la orden de los ortópteros, como las langostas y los grillos, de donde hereda su tren inferior. Su parte superior, algo más confusa de catalogar, a caballo entre un topo y un cangrejo de pinzas recortadas.
Puede alcanzar hasta los 50 mm, es un gran excavador y depredador de raíces, bulbos, tubérculos y cuellos de las plantas (puede llegar a cortarlas). Las galerías superficiales y los montones de tierra junto a sus agujeros denotan su presencia.
Su rudo aspecto, no debe confundirnos, es totalmente inofensivo, no pica, y la boca la utiliza solamente para alimentarse y cavar.
Como toda la fauna, el grillo topo juega un rol importante en nuestro ecosistema hortícola, depreda larvas, controlando las poblaciones de algunos escarabajos perjudiciales para nuestros cultivos.
Si el número de individuos es alto, por su carácter voraz, puede considerarse plaga, así que deberemos capturarlos antes de que produzca daños en nuestras cebollas, patatas, zanahorias, rábanos…
El trampeo es el método más ecológico, una forma de captura es soterrar unos botes soterrar a ras de suelo con sustancias dulces, como azúcar o leche condensada. La altura y verticalidad del frasco evitara su escapada tras el atracón.
Otro método de control es aplicar agua jabonosa en los orificios de entrada de las galerías, como muchos de los insectos, el jabón causa alteraciones en las alas, por lo que les molesta y salen, momento perfecto para su recolección.
Si el control poblacional lo debemos hacer en otoño, otra metodología de captura podría ser el cavado de hoyos de unos 25 cm de profundidad, y rellenarlos con paja y estiércol fresco. Acudirán al calor y podremos recogerlos.
Importante éste método, ya que la plaga no desaparecerá en invierno, simplemente hibernará y nos volveremos a encontrar con ella en primavera.